miércoles, 11 de marzo de 2009

PERFIL DE LOS AGRESORES SEXUALES

Dr. Francesc Xavier Moreno Oliver
Presentes en todos los seres humanos, la agresividad y el instinto sexual están en las bases de su personalidad y correctamente utilizados potencian comportamientos que aseguran la supervivencia individual y colectiva (defensa y reproducción). La dirección y el control de estos factores, mostrados con intensidad variable a lo largo del desarrollo personal y de un modo variado entre los distintos individuos, puede estar en la base de comportamientos asociales concretados en actos conceptuados como "agresión sexual", por estar dirigidos contra víctimas que los padecen.
Analizar las bases biológicas, los factores sexuales, los factores sociales, las distorsiones cognitivas y la personalidad de los agresores sexuales y encontrar aspectos distintivos permitirá concluir si debemos hacer caso de los tópicos o de las ideas apriorísticas que al respecto existen y cómo las investigaciones confirman si algunos de estos aspectos pueden o no ser señalados como integrantes del perfil de este tipo de "agresores-delincuentes" y, en consecuencia, qué tipo de acciones preventivas o reeducadoras se pueden establecer teniendo en cuenta los mencionados aspectos.
1.- Análisis de las bases biológicas:
El impulso sexual y el interés por el sexo, en cada persona cambiantes y diferenciados por épocas y etapas y distintos, tienen una base genética y están modelados o modificados por procesos de aprendizaje y por la socialización específica de cada individuo, MARSHALL (2001:87). Está comprobada la importancia que en el impulso sexual tiene la testosterona, hormona sexual fundamental en la sexualidad masculina. Podríamos suponer que un exceso o un funcionamiento anormal de esta hormona estaría en la base de un comportamiento sexual cuya intensificación llevase a la agresividad. Sobre la relación de los niveles de testosterona con la agresividad sexual, los resultados de los estudios son dispares. Berlin y Meinecke (1981), Meyer-Bahlburg, Nat Boon, Sharma y Edwards (1974) señalan, en efecto, altos niveles de la hormona en delincuentes sexuales masculinos. Money (1995), por su parte, considera que el sadismo sexual es una "enfermedad cerebral" influida por un funcionamiento hormonal deficiente. Pero "cuando los hombres son adultos, la relación entre los niveles hormonales y el impulso sexual carece de importancia", (MARSHALL, 2001:88), como afirman Hucker y Bain, 1990). Así, "sólo se dan niveles anómalos de esteroides en algunos delincuentes sexuales diagnosticados como sádicos" (MARSHALL, 2001:88), que son minoría dentro de los individuos de los que estamos tratando.
En cuanto a la posibilidad de que un comportamiento sexual delictivo sea motivado por algún tipo de anomalía cerebral, como apunta Langevin (1990), hay que concluir, por el momento, que las pruebas realizadas no aportan resultados concluyentes y que debemos continuar teniendo en cuenta, necesariamente, la relación entre procesos orgánicos y aprendizaje social (MARSHALL, 2001:89), que se condicionan mutuamente.
Comportamientos sexuales "desviados" o "delictivos", como la preferencia sexual por los niños o el incesto, quedan al margen de las tendencias sexuales comunes establecidas por la evolución humana, que tiene como objetivo principal el asegurar la perpetuación de la especie. En el caso específico del interés por víctimas prepúberes, parece que los ejecutores padecen un fallo en los "detectores de la juventud", que así "actúan sin restricciones y, en consecuencia, el niño prepúber se convierte en el objetivo sexual más atractivo" (MARSHALL, 2001:90-91). En cuanto al incesto -tabú en la mayoría de culturas, ordenamientos morales y jurídicos-, atendiendo a lo señalado por Quinsey y Lalumiere (1995), que fundan el tabú al incesto en la aversión por mantener relaciones sexuales con personas a las que se ha atendido intensamente durante su infancia (MARSHALL, 2001:91), podemos deducir que "los padres que han tenido poco contacto con sus hijas probablemente no han adquirido esta aversión", (MARSHALL, 2001:91).
2.- Importancia de los factores sexuales:
Los estudios muestran que, en general, los delincuentes sexuales dan la sensación de utilizar el sexo como manera de afrontar las dificultades más que otros hombres (Cortón y Marshall, 2000); piensan mucho en el sexo, no necesariamente desviado o delictivo; en un buen número han sido víctimas de abusos sexuales en su infancia y juventud (MARSHALL, 2001:96); y su interés por el sexo desviado sólo es un factor que tener en cuenta, no el factor fundamental generador de su delincuencia. "Es posible que las agresiones sexuales sean tan solo una respuesta al estrés, respuesta que posteriormente se lleva a la práctica, no porque satisfaga impulsos desviados, sino porque reduce temporalmente su malestar", (MARSHALL, 2001:95). No existe, así, de modo general, relación entre la excitación sexual y los estímulos desviados, como aplicando simplemente inferencias lógicas (quien presenta una conducta sexual desviada es que es permeable a estímulos sexuales desviados, los cuales influyen y mediatizan su comportamiento) se pensaba en los primeros tratamientos conductuales (McGuire, Carlisle y Young, 1965). Aunque las primeras investigaciones con un número reducido de violadores pusieron de manifiesto en ellos gran excitación ante las escenas de violación, los resultados de estudios con muestras mayores confirman que los violadores tienen "respuestas esencialmente normales" ante el aludido estímulo, (MARSHALL: 2001:93), y que lo mismo ocurre en el caso de los delincuentes actores de incesto.
3.- Influencia de los factores sociales:
Está claro que una buena parte de delincuentes sexuales sufren un bajo nivel de autoestima (Finklehor, 1984; Groth, 1979; Tanay, 1969, entre otros). Esta baja autoestima, que les lleva a manifestar y ejecutar una violencia compensatoria sobre objetivos, como los niños y las mujeres, percibidos por estos delincuentes como más débiles e indefensos y por tanto de fácil acceso (BAUMEISTER, SMART y BODEN, 1996; y MARSHALL, 2001:97), es sumamente importante en temas de relación social como la empatía, muy baja en estos individuos; la aparición en ellos de dificultades para una relación de pareja equilibrada; la existencia de interpretaciones egoístas del entorno; una sensación profunda de soledad y, en general en una incompetencia social que genera escasas habilidades para entablar las relaciones sociales que todo ser humano intenta propiciar. Además, debemos tener en cuenta que lo anteriormente señalado impide que los agresores sexuales puedan ponerse en el lugar del otro y ser conscientes del daño o angustia emocional que causan. El fracaso relacional provocado por estos factores alimenta conductas sexuales agresivas compensatorias que no logran sino entorpecer y deteriorar la situación. "Estas dificultades suelen acabar causándoles problemas en sus relaciones sentimentales" (MARSHALL, 2001:99). Así apreciamos problemas de socialización en el sentido de que son difíciles las relaciones normales con los demás, en un proceso que va encadenando progresivos deterioros de las habilidades necesarias para la mejora de la sociabilidad y alimenta la incompetencia social de los delincuentes sexuales. El conocimiento de la historia individual de estas personas, con análisis de sus comportamientos de sociabilidad, "nos hace pensar que los delincuentes sexuales debieron tener unas débiles relaciones de apego con sus padres, una falta de relaciones íntimas con los demás, pocas habilidades interpersonales y un profundo sentimiento de soledad" (MARSHALL, 2001:99), y ello puede animarles a satisfacer su necesidad de relaciones normales mediante las agresiones sexuales.
4.- La importancia de las distorsiones cognitivas:
Los delincuentes sexuales tienen una percepción distorsionada de sus acciones y de la repercusión de las mismas en los demás. Para ellos es importante, dada su baja autoestima, mantener su propia visión de las cosas, por lo que interpretan subjetiva y erróneamente las reacciones de sus víctimas posibles y reales. Se advierte en la mayor parte de ellos que esta interpretación es interesada en su propio favor (Murphy, 1990; Segal y Stermac, 1990), lo que les faculta para sus acciones (Hudson y otros, 1993), pues actúan convencidos de que, en realidad, gran parte de sus víctimas no sólo aceptan las acciones de que son objeto, sino que, en mayor o menor grado, las desean. Esto les impide percibir el daño que causan, les lleva a minimizar la importancia de sus acciones y sus efectos, a negar total o parcialmente los hechos o a no responsabilizarse de ellos argumentando con cualquier excusa que sirva de justificación. Pero hay que tener en cuenta que "la inmensa mayoría de los delincuentes sexuales saben que sus acciones no son correctas" (MARSHALL, 2001:104). La distorsión cognitiva, menor en los delincuentes con mayor autoestima, es el mecanismo básico de justificación que les permite admitir su conducta errónea y reincidir o persistir en ella. Por lo tanto, una posible acción preventiva o terapéutica con estos delincuentes puede ser intentar aumentar su autoestima, pues así disminuirá la distorsión cognitiva de sus actos, con lo que, al mejorar su percepción real, podremos conseguir una mayor empatía hacia las víctimas (Anderson y otros, 1997).
5.- La personalidad:
Pudiera establecerse la hipótesis, en un principio, de que la comisión de delitos sexuales vendría motivada por una personalidad trastornada o con algún tipo de problema o alteración. Sin embargo, los estudios y pruebas realizadas al respecto no parecen, por el momento, avalar esta hipótesis. Tal vez los motivos de los resultados encontrados radican en la distinta concepción de la "alteración de la personalidad" utilizada por los distintos investigadores, y en la dificultad para que los delincuentes sexuales encuestados al respecto hablen libre y abiertamente de sus actos y pensamientos. Ello provoca que sea "poco probable que nos podamos formar una idea clara de la naturaleza parafílica de los delincuentes sexuales en el futuro" (MARSHALL, 2001:106). También hay que descartar "la posibilidad de que los delincuentes sexuales se caractericen por trastornos psiquiátricos que les impidan controlar su comportamiento sexual" (MARSHALL, 2001:105). Advertimos que hay discrepancias entre los distintos estudios acerca de la existencia de parafilias en estos delincuentes. Algunos autores señalan numerosos casos de su presencia (Abel, Becker, Cunningham-Rathner, Mittleman y Rouleau, 1988), lo que contrasta con los resultados de Marshall, Barbaree y Eccles, 1991, que sólo las encuentran en un 12 % de los estudiados. Tampoco hay resultados que avalen la hipótesis de las personalidades problemáticas o inusuales en los delincuentes sexuales, aunque aparece en ellos, con cierta frecuencia, la psicopatía (MARSHALL, 2001:107). Para concluir, podemos afirmar que, aunque pudiera parecer lo contrario en un principio, las personalidades de los agresores sexuales son en general y a grandes rasgos muy semejantes a las de las demás personas.
BIBLIOGRAFÍA
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-ANDERSON, D.; FERNÁNDEZ, Y.M. y MARSHALL, W.L. (1997): Integrating treatment components in sexual offender therapy: Toward a more cost-effective approach, ponencia presentada en la 16 Annual Research and Treatment Conference of the Association for the Treatment of Sexual Abusers, Arlington VA.
-BAUMEISTER, R.F.; SMART, L. y BODEN, J.M. (1996): "Relation of threatened egotism to violence and aggression: The dark side of high self-esteem", Psychological Rewiew, 103, pp. 5-33.
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(*) Francesc Xavier Moreno Oliver
Doctor en psicología
Profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona
www.telefonica.net/web/fxmoreno

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